domingo, 28 de febrero de 2016

ENTREVISTA REALIZADA A LA ESCRITORA MERCEDES MARTORELL (QUINTA PARTE)

GQ: ¿Qué estaba manifestando ese individuo con su deseo de matar al ministro Gallardón? ¿Discrepa usted de los que afirman que estaba haciendo uso de la libertad de expresión?
MM: Hay que poner un límite a la libertad de expresión. Insultar a una autoridad no es libertad, sino libertinaje. En última instancia, ese individuo, y los que son de su calaña, al manifestar su odio tan furibundo hacia un gobernante, al manifestar su obsesión de matar a un ministro, nos muestra el resentimiento tan grande que ha acumulado en contra de sus padres, resentimiento que es producido por el malestar contra sí mismo. Esos individuos antisistema que manifiestan su obsesión de matar políticos simplemente están expresando cuánto asco sienten de sus propias vidas.

GQ: ¿Hacia dónde nos llevará ese resentimiento mal encaminado?

MM: Hacia el precipicio, hacia el colapso. La cuestión es que en estos individuos antisistema el malestar contra sus propias vidas es tan grande, que es difícil reprimirlos. El problema no es esta minoría que está descontenta eternamente porque preferirían no haber nacido nunca. El problema es la mayoría, que no alberga un resentimiento tan grande como para matar a un político, pero sí lo suficiente como para mermar su poder, para vengarse de una forma menos violenta, pero que poco a poco nos va llevando hacia ese precipicio de la anarquía absoluta. El problema es que la inmensa mayoría mira para otro lado, esconde la cabeza dentro de la tierra como los avestruces. La democracia ocasionará el colapso poco a poco, pero lo ocasionará. Es una venganza contra los padres que va carcomiendo paulatinamente a la autoridad.

GQ: Sin embargo, la democracia es la mejor forma de gobierno, quizás la única, que nos permite luchar por la libertad, por la justicia. Tucídides afirmaba que sólo la democracia podría liberarnos de todas las injusticias. ¿Quiere usted abolir también estos valores que se han conseguido a costa de tanta sangre derramada?
MM: El que se haya derramado mucha sangre por alguna cosa, por alguna idea, por alguna religión, no debe importar demasiado, antes bien, hay que juzgar con mayor frialdad esa idea, esa religión. La sangre derramada por un individuo que ha dicho veinte mil patrañas en su vida, pero que es torturado y asesinado por esas patrañas, no hace verdaderas esas patrañas, ¿o sí? Yo no creo que la justicia ni la libertad sean valores, antes bien, considero que son antivalores.

GQ: ¿Por qué razón considera usted que la justicia y la libertad son antivalores? ¿Contra qué atentan para considerarlo como antivalores?
MM: Atentan contra la vida, ni más ni menos. Convengamos en una cosa: nada hay más injusto que haber nacido, nada más autoritario. A mí me causa un poco de gracia leer en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española la definición de engendrar: dice que es reproducirse, propagar la especie. Pues bien, para mí una de las acepciones de engendrar debería ser: condenar a muerte.

GQ: ¿Todo individuo que nace está condenado a muerte? ¿No nacemos libres, como aseguraba Rousseau?
MM: Rousseau era tonto e ingenuo como un niño de pecho. El hombre no nace libre, este es uno de los más grandes despropósitos que se han dicho en la historia de la humanidad. Todos los seres humanos, desde el momento de nacer, estamos condenados a morir, vivimos una cuenta regresiva. El Tiempo es un corredor de la muerte, es un oscuro pasadizo subterráneo hacia la muerte, cada segundo que pasa nos acerca hacia el desenlace fatídico. Como le digo, una acepción de engendrar debería ser condenar a muerte.

GQ: ¿Es una acepción políticamente incorrecta, no cree usted?
MM: La verdad es políticamente incorrecta. Yo ya estoy harta de escuchar tantas ñoñerías que se dicen en nombre de la corrección política. Vamos a matar a la Verdad en aras de esa absurda corrección política. Sí, yo pienso que engendrar es condenar a muerte. Ahora bien, le he dicho que la justicia y la libertad me parecen antivalores, porque atentan contra la vida. En principio, debemos pensar que el afán de justicia muchas veces se confunde con la venganza.

GQ: ¿Usted es de las que piensan que la justicia es una venganza pura y dura?
MM: Yo lo que pienso es que nada hay más injusto que procrear. Dos personas condenan a muerte a una tercera que es totalmente inocente, que no ha hecho nada, que no ha perjudicado en nada a sus padres, ni a nadie, por la sencilla razón de que esa tercera persona no existe. No obstante, dos personas, impunemente, condenan a muerte a esa tercera persona que es la mar de inocente. ¿Alguien se ha querellado contra sus padres por haberlo engendrado?

GQ: ¿Usted cree que deberíamos denunciar a nuestros padres ante una comisaría por habernos engendrado?
MM: No, no estoy diciendo eso, antes bien, sería absurdo, sería una aberración pantagruélica que acabaría con la humanidad. Nadie engendraría a nadie, la humanidad se extinguiría, esto es lo contrario de lo que yo quiero, por cuya razón soy antidemócrata.

GQ: ¿Por qué cree usted, entonces, que para mucha gente, para la inmensa mayoría de las personas, la democracia es la medida de todas las cosas, es el mayor bien que hemos alcanzado?
MM: Porque, como dice Hamlet, este mundo es un manicomio, y una de sus locuras más grandes se llama democracia. Es una locura antinatura. Pensemos en una cosa, pensemos en toda esa gente, esos quijotes tontos del bote que han luchado contra las injusticias del mundo, pues bien, ya le digo que todos esos quijotes que luchan contra las injusticias se engañan a sí mismos. Si queremos abolir todas las injusticias, deberíamos empezar por abolir la mayor de todas, la madre de todas las injusticias: engendrar. Pues hemos convenido que engendrar es condenar a muerte a una persona inocente. Esta es la madre de todas las injusticias, sin embargo, siempre ha quedado impune, nadie ha metido a la cárcel, ni torturado ni mucho menos ahorcado a unos padres por haber engendrado a sus vástagos, a pesar de que, como le digo, la mayor injusticia de este mundo es traer a este mundo a una persona a la que nunca se le pidió su opinión, si quería nacer, o no. Pero esta injusticia, la mayor de todas, debe quedar impune siempre, en aras de que la especie se propague, en aras de que la humanidad pueda seguir multiplicándose deberá permanecer impune la mayor de las injusticias: procrear.

GQ: A ver si la entendí: ¿considera usted que la justicia es un antivalor, debido a que, según usted, la mayor injusticia, que es engendrar, debe permanecer impune? Es decir, ¿los que propugnan por acabar con las injusticias en realidad querrían acabar con la vida?
MM: Sí, en efecto, ha dado usted en el clavo. Los que luchan contra las injusticias del mundo, esos quijotes tontos del bote, en realidad querrían abolir la mayor injusticia: la que perpetraron sus padres al engendrarlos. Perseguir la justicia eternamente es un enfado contra la vida.

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