domingo, 14 de febrero de 2016

ENTREVISTA REALIZADA A LA ESCRITORA MERCEDES MARTORELL (CUARTA PARTE)

GQ: ¿Sectas en las que te lavan el cerebro?
MM: Sí, como digo, todos los partidos políticos se han convertido en sectas, con apoyo de lo que yo denomino los medios de desinformación. Los partidos políticos se han convertido en sectas que rechazan siempre las ideas de la oposición, cualesquiera que sean, aunque esas ideas sean buenas. Los partidos políticos se han convertido en sectas que apelan más a sentimentalismos demagógicos, al resentimiento contra las otras sectas. Ocurre sobre todo en la izquierda, como digo. Pero no es culpa de los políticos, la demagogia no es culpa de los políticos. La democracia es un circo, porque la gente quiere que la democracia sea un circo, con sus funambulistas, con sus payasos tontos, con sus faquires que se arrojan cuchillos, etcétera.
GQ: Este gobierno para la muchedumbre, este gobierno de sectas, como usted lo llama, ¿es lo que ha ocasionado el libertinaje del que usted nos advierte? ¿Por qué cree usted que la democracia es un circo? ¿Cuál es el problema más grave que podría derivar de esta descomposición de la democracia?
MM: Que parece que los políticos están para divertir a las masas, arrojándose los trastos unos a otros, parece que los políticos son los muñecos de feria, los muñecos del pimpampum de las muchedumbres, de las sectas de la oposición, de la prensa afín a las otras sectas. Esto es la democracia: un circo en el que ahora los políticos deben divertir a las masas, asistiendo a programas televisivos de humor, y tal. El problema es que se ha perdido el respeto a los políticos, por cuya razón se perpetran actos de vandalismo contra ellos en aras de la libertad.
GQ: ¿Cuáles actos de vandalismo?
MM: Por ejemplo, los que perpetraron los vándalos del 15M en Cataluña (en donde yo vivo, y créame que conozco muy bien a esos mamarrachos del 15M). Arrojaron piedras y latas a los políticos. La policía apresó a algunos de esos vándalos, pero un juez los absolvió, aduciendo que estaban ejerciendo la libertad de expresión. Agredir a un político nunca debe considerarse libertad, por vida mía. Es un acto de vandalismo, de libertinaje absoluto. El límite lo hemos pasado claramente.
GQ: ¿El límite lo pondría usted en nuestra generación, en la forma que teníamos de relacionarnos con la autoridad?
MM: Exacto, el límite lo alcanzamos nosotros, nuestra generación. Respetábamos a la autoridad, a los padres, a los profesores, a los políticos, pero sin tenerles miedo. Mis padres nunca me pegaron, ni mis profesores, pero les tenía respeto. Ahora ya no se respeta la autoridad. Muchos padres les advierten a sus hijos que están castigados, porque perpetraron una trastada, pero los hijos adolescentes se ríen de ellos, se burlan de sus padres, no les hacen ni puñetero caso (con perdón). Esto es por culpa de la democracia. La falta de respeto hacia los políticos se ha permeado hacia la sociedad entera. Los adolescentes son muy permeables, se dan cuenta que no hay respeto por los políticos, por cuya razón ellos tampoco respetan a sus padres, a sus profesores. El libertinaje de la oclocracia.
GQ: ¿Puede profundizar en ese concepto de la democracia que acaba de señalar? ¿Por qué el pueblo quiere vengarse de la autoridad de los padres?
MM: Porque la madre de todas las injusticias, porque la madre de todos los abusos totalitarios, porque la madre de todas las desgracias humanas es la procreación. Según el brillante psiquiatra Daniel Rosenbaum, desde que el hombre tiene conciencia de la muerte comienza a generar malestar contra sí mismo, ese malestar es cebado por el miedo, por la angustia hacia la muerte, por la impotencia ante el infinito abrumador, por las frustraciones intrínsecas de la vida. Este malestar larvado se convierte en resentimiento neurótico contra la vida misma, y por ende, contra los padres. El hombre no puede desfogar este resentimiento contra los padres, no puede vengarse (a pesar de que sabe que va a morir por culpa de los padres), porque sería la mar de angustiante. Este resentimiento genera una neurosis. Se trata, pues, de un resentimiento neurótico que la conciencia debe reprimir, porque generaría pulsiones destructivas contra los padres, y también pulsiones autodestructivas. La conciencia no permite que matemos a nuestros padres por venganza. No obstante, ese resentimiento neurótico contra los padres permanece latente, larvado, necesita desfogarse transfiriéndose hacia sustitutos de los padres: los políticos.
GQ: Vamos a ver si la entiendo: lo que dice usted es que el hombre quiere matar a su padre por venganza, no para acostarse con su madre, como afirmaba Freud, sino por venganza por el mero hecho de haber sido engendrado. Lo que usted dice es terrible…
MM: La verdad suele ser terrible. Nietzsche preguntó cuánta dosis de verdad puede soportar el hombre. Poca, muy poca. Pero es la verdad. El doctor Rosenbaum le enmienda la plana a Freud, utilizando precisamente la teoría de Nietzsche sobre la hostilidad hacia la vida. El saber que moriremos engendra malestar en el hombre, ira, angustia, miedo, irritación, todo este cúmulo de sensaciones genera el resentimiento contra los padres, que no puede desfogarse cabalmente, porque causaría muchísima angustia. Se trata, pues, de un resentimiento neurótico.
GQ: Pero yo tengo una pregunta: según usted, ese resentimiento contra los padres se desfoga en los políticos…
MM: Perdone que la interrumpa: no soy yo quien dice eso, sino el psiquiatra Rosenbaum.
GQ: Vale, según este psiquiatra, el resentimiento que se engendra contra los padres se desfoga hacia los políticos. Usted afirma que se intenta mermar el poder de los gobernantes por venganza contra los padres, sin embargo, el proceso es muy lento, ¿no cree? ¿No es tan violento, o sí?
MM: Convengamos en que la democracia es una venganza de ratones. El hombre es como una olla a presión, alberga mucho resentimiento contra los políticos (porque son sustitutos de los padres), pero también lo reprime, no obstante, de repente la olla a presión no aguanta más y estalla una revolución, como la francesa. Nos han contado la patraña de que los revolucionarios franceses lucharon por la igualdad, la fraternidad, la igualdad, pero esto es una tontería infantiloide para engañar a los críos, lo cierto es que lo que motivaba a los revolucionarios franceses era el resentimiento, la venganza contra los gobernantes aristocráticos que son sustitutos de los padres.
GQ: ¿Cómo se puede reprimir ese resentimiento? ¿Es inevitable que estalle la olla a presión?
MM: Yo creo que sí, que es inevitable que estalle. Siempre ha habido y siempre habrá revoluciones motivadas por el ansia de venganza, por ese resentimiento larvado que se acumula en el hombre desde que sabe que va a morir.
GQ: ¿La solución no es, pues, reprimir?
MM: No, pero tampoco es dejar que se manifiesta ese resentimiento abiertamente, como está ocurriendo ahora. Me parecen deplorables los comentarios de los antisistema, de los mamarrachos del 15M. No puedes dejar que un individuo exprese abiertamente su deseo de matar a un político, su deseo de guillotinarlo, como hizo uno de esos mamarrachos contra el ministro Gallardón. Un antisistema que ahora trabaja para el ayuntamiento de Madrid. La alcaldesa de Madrid tiene demencia senil.


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