lunes, 18 de abril de 2016

ENTREVISTA REALIZADA A LA ESCRITORA MERCEDES MARTORELL (ÚLTIMA PARTE)

GQ: ¿Por qué para los populistas los culpables son siempre los ricos?
MM: Porque son sustitutos de los padres. Saramago, que era un populista de aúpa, afirmaba que el poder económico era el causante de todos los males, que el único poder real era el del dinero. Una famosa populista de izquierdas (la que afirmaba que nunca participaría en Podemos), afirmó que el capitalismo ha ocasionado muchas muertes. Un poder real, el único, según los populistas, que ocasiona todos los males, que ocasiona la muerte de muchas personas. ¿Están hablando de los ricos, o de los padres? Porque el poder real en una familia la establece el padre, la autoridad la ejerce porque es el que aporta el dinero, todo el dinero (mucho o poco, no importa), porque el padre mantiene a los hijos que lo deben obedecer. Y sí, efectivamente, los padres son los que ocasionan muchas muertes. Todas, para ser exactos.

GQ: ¿Los ataques tan furibundos de los populistas hacia los mercados, hacia el liberalismo, hacia los ricos, obedece a este resentimiento contra los padres del que usted habla?
MM: En efecto, es así. Es este resentimiento puro y duro contra los padres, que es reprimido por la conciencia, lo que se desfoga transfiriéndose a los sustitutos de los padres, para burlar la represión de la conciencia que quiere evitar la angustia que generaría decirles a los padres todas las barbaridades que los populistas les dicen a los ricos (y también a los políticos, por supuesto). Los llaman terroristas, los llaman criminales, el totalitarismo del mercado, los populistas querrían decirles todas estas majaderías a sus padres, pero la conciencia los reprime. Entonces, transfieren ese odio tan furibundo contra los padres hacia personas que se parecen a los padres: los ricos.

GQ: ¿En qué se parecen los ricos a los padres? ¿Qué similitudes hay, o ven, los populistas entre los padres y los ricos?
MM: El poder económico, la autoridad ejercida por el poder. Los hijos tienen que obedecer a sus padres porque les dan de comer, porque viven en las casas que los padres adquirieron con el sudor de su frente. En una familia, el poder real lo detenta el padre (aunque las tornas están cambiando, por culpa precisamente de la democracia), y ese poder es un poder económico que tanto odian los populistas, los comunistas. No hay mayor desilusión para un niño que comentarle que los Reyes Magos no existen; pues yo tengo que desilusionar a todos los populistas: el poder económico no existe, son los padres. Manifestando ese odio tan furibundo hacia los ricos, lo único que están demostrando los populistas es el tamaño del resentimiento que abrigan contra sus padres, amén del asco que sienten hacia sus propias vidas.

GQ: Ya que ha mencionado a los comunistas. ¿Qué opinión le merece Carlos Marx?
MM: Los padres de Carlos Marx eran burgueses, creo que no hace falta decir más.

GQ: ¿El marxismo es odio hacia los padres?
MM: Como le he dicho, los padres de Marx eran burgueses, su padre era un abogado que además poseía unos viñedos, su madre pertenecía a la alta burguesía neerlandesa. De hecho, uno primo de Marx fue uno de los fundadores de la Phillips, la empresa neerlandesa de productos eléctricos. El odio que Marx manifestaba hacia los burgueses era producido por el resentimiento neurótico que abrigaba hacia sus padres. Les atribuía a los burgueses todos los males de la humanidad, todas las desgracias habidas y por haber eran producidas por los burgueses. Marx afirmó que el establecimiento de la burguesía era el pecado original de la humanidad. Piense usted que Marx vivió en este “piélago de calamidades” (según Hamlet), porque sus padres lo engendraron por medio de la cópula fatídica. El marxismo es odio hacia los padres, resentimiento neurótico hacia los padres que se transfiere hacia todos los burgueses en general, para no personalizar, para no angustiarse demasiado. Para no reconocer que el problema principal que tenía Marx era el de todos los seres humanos: el malestar que origina el saber que vamos a morir. Ese malestar no va a desaparecer nunca, por más que se aniquile a la burguesía. A mí se me ocurren formas menos estólidas que el marxismo para acabar con la humanidad.

GQ: ¿El marxismo quiere acabar con la humanidad? ¿Por qué razón?
MM: Porque lo que pretende es acabar con los sustitutos de los padres, los primeros, los burgueses, la supuesta autoridad ejercida por el dinero. Pero después de esa esperpéntica dictadura del proletariado (madre mía, ¿y por qué no establecer una dictadura de los hijos sobre los padres?), Marx afirmaba que el nuevo hombre socialista (una quimera absurda), ya no necesitaría la autoridad de los políticos. Pues nada, hay que cargarse también a esos otros sustitutos de los padres que son los políticos. (Qué viva la anarquía. Olé tus huevos.) Pero el malestar no va a desaparecer, el nuevo hombre socialista y anárquico va a seguir sintiendo malestar consigo mismo, pues ese malestar es producido por la conciencia de la muerte. ¿Sabe usted cuál es la penúltima fase del marxismo?

GQ: No lo sé, usted me la va a decir.
MM: La penúltima fase del marxismo es acabar con los padres. Una vez que has aniquilado a los burgueses y los políticos (sustitutos de los padres), el nuevo hombre socialista no le quedará otro remedio que desfogar su resentimiento contra sus padres, ahora sí contra sus padres. Ya no se hará el tonto a lo Marx. Pero el malestar seguirá ahí, ese malestar no desaparecerá ni siquiera después de aniquilar a los padres, el malestar lo produce el saber que somos mortales. Por tanto, la última fase del marxismo es el suicidio. Como digo, se me ocurren formas más rápidas, más efectivas y menos estúpidas que el marxismo para acabar con la humanidad.

GQ: ¿Cómo se puede frenar el populismo? ¿Con dictaduras fascistas?
MM: No, al contrario. La razón de ser de muchos comunistas fue la lucha contra el fascismo. Yo supe de un comunista griego que luchaba contra los fascistas, contra la Dictadura de los Coroneles, y que acabó suicidándose cuando la dictadura se colapsó, cuando Grecia entró en la transición democrática. No, hay dos cosas que alimentan a los comunistas: su odio hacia los capitalistas, su lucha contra los fascistas. Populismos siempre van a existir, la plebe siempre buscará culpables que justifiquen el malestar que alberga contra sí misma, los ricos siempre serán odiados por los populistas que ven en ellos a sustitutos de sus padres. Lo mejor sería no hacerles ni puto caso. Porque existir seguirán existiendo, mientras continué el capitalismo. Yo siempre he tenido la impresión de que los marxistas no quieren que triunfe el comunismo, sino que fracase el capitalismo. Son como los aficionados acomplejados de un equipo chico de fútbol que disfrutan más las derrotas del equipo grande, del equipo ganador, que las pocas victorias de su propio equipo. Los populistas no quieren que triunfe el socialismo, sino que fracase el capitalismo. Por cuya razón, mientras exista el capitalismo, habrá populistas everywhere…

GQ: ¿Cuál es el mayor error de los populistas?
MM: Creer que el problema de la humanidad es la mala distribución de la riqueza, que es la fuente de todas las desgracias humanas. No, la riqueza, su buena o mala distribución, es una consecuencia, no una causa.

GQ: ¿Cuál es el mayor error de la democracia?
MM: No asumir la responsabilidad, mirar para otro lado, meter la cabeza en un agujero, como hacen los avestruces. Echarles la culpa de todo siempre a los políticos. La hipocresía. Engañarse a sí mismos. El acto más antidemocrático que existe es la procreación. Muchos han sido los intelectuales, como Bobbio, que han afirmado que la razón de ser de la democracia es evitar que se produzcan actos totalitarios, fascistas. Pues bien, la democracia debería abolir, en primera instancia, al acto más fascista que hay: la procreación.

GQ: Una última cuestión. Siempre que entrevisto a un escritor o a una escritora, le planteo la siguiente pregunta: ¿Qué haría usted para fomentar la lectura en los jóvenes de este país en el que se lee tan poco?
MM: Prohibirla.

GQ: ¿Prohibir, qué? ¿Prohibir la lectura?
MM: Sí, hay que prohibir la lectura de los clásicos. Creo que esa sería la fórmula mágica para fomentar la lectura.

GQ: ¿Es una broma?
MM: No, bueno, un poco sí. Es lo que se llama psicología inversa. Yo considero que se debería hacer un experimento sociológico, el cual consistiría en prohibir a los jóvenes de España la lectura de los clásicos. El gobierno debe anunciar que los jóvenes tendrán prohibido leer a Shakespeare, a Homero, a Horacio, a Virgilio, a Moliere, etcétera, etcétera; so pena de cárcel. Si lees a un clásico, de cabeza a chirona. Se establecerán penas de cárcel, de hasta un año, de acuerdo con la calidad de lo leído. A mayor calidad literaria, mayor será la pena de cárcel que se le imponga al infractor. Los jóvenes leerían ediciones clandestinas de los clásicos, por el morbo de averiguar por qué el gobierno prohíbe esa lectura (está comprobado que en las dictaduras se lee más que en las democracias). Yo le apuesto a que en diez años España tendría la juventud más culta del mundo.

GQ: Pues nada, habrá que proponerlo en el Congreso de Diputados. Mercedes, le agradezco mucho su presencia, e invito a todos nuestros radioyentes a que lean la nueva novela de Mercedes Martorell.
MM: Muchas gracias a vosotros. Ha sido un placer.