domingo, 27 de marzo de 2016

ENTREVISTA REALIZADA A LA ESCRITORA MERCEDES MARTORELL (SÉPTIMA PARTE)

GQ: Pero todos, o casi todos los dictadores han abusado del poder. Bobbio afirma que la democracia es la mejor forma de gobierno porque el que manda, el pueblo, no puede abusar sobre sí mismo.
MM: Sí, de acuerdo, pero sí puede abusar sobre los gobernantes, sí puede abusar y abusa del poder que tiene insultando a la autoridad. Cuántas veces hemos visto en una manifestación que se insulta a los políticos, a los policías que salvaguardan la seguridad de esa turba. El problema es que este abuso de poder de la plebe sobre la autoridad se permea, si no hay respeto por la autoridad, el padre le tendría miedo al hijo, los maestros a sus discípulos. Este mundo se irá a la mierda (con perdón).

GQ: Muchos filósofos siempre se han manifestado ex parte populi, es decir, a favor del pueblo. Sin embargo, usted se manifiesta ex parte principis, es decir, a favor del príncipe.

MM: Yo estoy a favor de la autoridad, del respeto por la autoridad.

GQ: Sin embargo, esa autoridad muchas veces ha abusado del poder que detenta. Han sido innumerables los dictadores que han torturado e incluso matado a los opositores a sus regímenes.
MM: ¿Cuál era el denominador común de todos esos dictadores?

GQ: ¿Que tenían ansias infinitas de poder?
MM: Sí, también, pero yo me refiero a que todos esos dictadores han sido hombres…

GQ: ¿Usted propone una dictadura de mujeres, es decir, una dictadura feminista?
MM: Sí, pero no sería una dictadura, sino una tiranía benévola, que es lo que yo propongo.

GQ: ¿Esa dictadura no sería tan cruel porque estaría formada por mujeres? ¿Feministas del mundo, uníos?
MM: Yo creo que no se trata de una disputa entre feminismo y machismo. Yo considero que las mujeres somos más aptas para gobernar, somos más capaces, porque tenemos algunas virtudes que los hombres no tienen.

GQ: ¿Cuáles son esas virtudes?
MM: Somos más ecuánimes, somos más empáticas, tenemos más inteligencia emocional que los hombres. Uno de los puntos clave de los que hemos hablado es el límite, yo considero que las mujeres tenemos una mayor capacidad para saber dónde está el límite, para no sobrepasarse de un lado a otro. Los hombres son más extremistas, nos han gobernado durante diez mil años en los cuales hemos pasado de un régimen totalitario, a otro que entraña un libertinaje absoluto. Como un péndulo que siempre está oscilando entre los extremos, sin posicionarse nunca en el centro, en el término medio. Ni tanto ni tan calvo. Yo considero que las mujeres sí tenemos la perspectiva y la empatía suficientes para saber dónde está el término medio, dónde está el límite, para saber cuándo debes tirar, y cuándo debes aflojar.

GQ: ¿Usted es feminista?
MM: No, tampoco considero que los hombres sean unos inútiles que no sirvan para nada. Han sido extraordinarios artistas, por ejemplo.

GQ: ¿Los hombres deben dedicarse al arte, y las mujeres a la política? ¿Es lo que usted propondría?
MM: No estaría mal, no. Aunque también hay mujeres que son grandes artistas. Accedo en que también hay hombres ecuánimes que pueden gobernar, aunque son más bien pocos. Casi todos son extremistas, maniqueos, o estás conmigo, o contra mí. Las mujeres somos más equilibradas, más equitativas.

GQ: ¿Usted ve tan necesaria la implantación de una dictadura femenina?
MM: Yo veo muy necesaria la implantación de una dictadura, más o menos fuerte, que nos salve de la democracia, de esta oclocracia del libertinaje, de este circo sectario que se ha montado.

GQ: Sus ideas resultan por demás impopulares, ¿no le preocupa?
MM: El populismo es una de las peores lacras que asolan en nuestros días.

GQ: Sin embargo, los partidos populistas están creciendo como la espuma. ¿A qué lo achaca usted?
MM: Sobre todo a la crisis económica y política, desde luego. La cuestión es que el populismo demuestra que estamos viviendo en una oclocracia, es decir, el gobierno de la plebe. Sale un tío a decir que no va a pagar la deuda pública, porque sí, porque le sale de las napias, y su popularidad crece como la espuma, en virtud de un discurso trasnochado y casposo en el que siempre hay un solo culpable de todas las desgracias: los ricos. Esto en psiquiatría se conoce como victimismo paranoide.

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